sábado, 10 de mayo de 2008

ÁLVARO YEBRA

Ahora sí


Ahora sí
han libado ya las rosas
el salitre en los floreros
sin fondo floreros muertos
sin sol flores
sin salida
solos

Ya supuran su melaza
las cesáreas de azahar podridas
las mordazas de trapos húmedos
las ensueños maniatadas
las muñecas ven infectadas
y las rodillas hundidas

Ahora ya
han cantado hagan juego
a las esquirlas señores
de ponzoña las señoras
rezuman leche agria
y los niños se escurren
boquean se asfixian
y se aburren solos

Y hacen aguas
los moiseses
de llanto sordo
de mimbre y moho
tetinas negras
aquí en lo hondo

Ahora ríen las escamas
de colmillos afilados
de cuchillos enervados
de perfume a orina dados
por seguro y playas muertas

Sangran sé los infelices
retorcidos en los vientres
de sus casas de basura
y se aprietan más los dientes
cuando cosen cicatrices
cuando acatan directrices
y los puntos de supura


Ahora sí
los albaceas tienen miedo
al fin del mundo y piensan luego
que ahora aquí no cede el suelo

Ya nos quedan las migrañas
de las idas y las sañas
de aquel día en el que todos
empujando por los todos
esperamos las mañanas


nunca estuvimos tan solos.






Arriba y abajo


Debajo del puente,
las larvas circundan el pecho a los críos
las madres se afeitan calladas a gritos
los tímpanos crujen vareados con mimbres
la carne ensartada como un acerico.

Arriba en el puente,
las piedras rechinan rellenas de espinas
los pies que las pisan sonríen encima
sabiendo que ayer las vestían de plata
las púberes negras que hoy ya no son niñas.

En lo alto del puente,
El vigía se hurga las penas con vino
ya nunca se inmuta y maldice su frío
los dioses ardieron y clama venganza
soñó con bajar a la orilla y ser rico:

Debajo del puente.












Aúpa


Lo medita cabizbajo mientras mira la puerta entreabierta:
ahora tiene que aplacar las nubes con el cuenco de las manos,
despistar a los amigos que se abrazan a escondidas en los parques
y limar los escalofríos que recorren por la noche su espalda.

Ya no hay calor, piensa, ni cobijo en las madrigueras
donde acechan las gaviotas a los funcionarios risueños,
y donde al menos veinte o treinta de las anotaciones escritas dentro
se han escupido las letras y encomendado a los santos.

Mientras, los días se aúpan encaramados en setos de hernias,
con la intención de atisbar los columpios que aún no conozcan las hormigas,
y los moldes de sus arrugas y la ovación de los letreros
que prohíban gritar por sorpresa en el hall de los asilos.

Y aunque no puede evitar
el pitido inconmensurable de sus dedos,
abre la puerta una niña que le sonríe a los ojos.

Y mientras se lavan los dientes sabe

que su lucha

va a ser permanente en todas las barandillas.

No hay comentarios: