miércoles, 7 de mayo de 2008
LAURA GIORDANI
El vertedero
Dunas que ningún viento puede erosionar
ni siquiera tus manos rompe-cielos
tus manos despluma-ángeles
sucias manos de ellos, de mí
tus manos sucias de todo.
Paraje de lo olvidado
de los pájaros de buche hondo
sobrevolando las costillas.
Desvencijada viaja la vida en tu sangre
tu vida siempre sin un asa.
Vas enhebrando deshechos
descontándoles el asco
para construirte un arca imposible,
un arca que te lleve lejos del fondo
a orillas sin estrenar todavía.
Sale el sol del otro lado,
en tu Este salen tábanos
cartones
puntas
cada vez más afiladas
para tus pies de nieve encallecida.
Para ti salen soles enfermos
y la luz se va pudriendo
en tu nuca.
Niño que vas entre nuestros restos,
los ángeles te hablan
con un lenguaje de moscas
humo
hollejo
llaga corte tachadura
y a punto de perecer
y flores amoratadas.
Ahí vas
por un rompecabezas inmundo
como si el mundo se rompiera
cada día a tus pies
y no encontrara sutura.
Poema de la sed
Sobrevino la sed
en las cuencas y los cráneos,
sed que se desplaza y agiganta
una vez que se nombra.
Y ya no hay lluvia suficiente
para entretener esta sed
de pradera en llamas,
sed desguarecida de su agua,
cal de tumba al mediodía,
pájaro que se nos seca en el vientre.
Sed de tanta evaporación de nuestro rostro
en todos los espejos.
Hambre
I
A tu alfabeto le andan faltando letras
hasta que no hay manera de deletrearte.
Ver cómo se disgrega el torso
cómo los continentes
se hunden en el vientre.
Tu vientre socavón
desmoronamiento de la mirada.
II
Las abejas se llevan cada vez
más lejos el polen.
La cuchara se desmaya en el trayecto
hasta tu boca.
III
“Danos hoy nuestro hambre de cada día”
tu Padre Nuestro.
No las espigas ni los costales: para ti
las costillas esdrújulas, el fuego
negro que sube por los talones
y va consumiéndote sin llama.
Cráneo crecido
y cuerpo en cuarto menguante,
todo cuenca y pómulo,
todo descuento de tu carne
y suma pellejo
y sigue sin llover
sobre tus surcos.
IV
La luz desfallece
de tanto ver el hambre
como testigo maldito
pasando
de la madre al hijo,
del hijo a la tierra
de la tierra al fruto exánime.
La luz famélica de cubrir la desnudez
en cal viva de tus huesos:
una casa de la que solo quedan vigas
donde el último habitante
-desde sus ojos desmesurados-
pregunta quién se llevó toda la mezcla.
http://lauragiordani.blogspot.com/
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